UNES REFLEXIONES INEVITABLES
No se puede evitar, dada la situación política actual en la
que está sumida Cataluña, hacer juicios y sacar conclusiones de las
consecuencias que tendría para un sector de la población civil, la
independencia y el establecimiento de un estado propio en Cataluña.
Conociendo de antemano que las comparaciones, como dice el
refrán, son odiosas, y que es totalmente diferente el ambiente de la Alemania
de los años 30 con el de la actualidad, sí que podemos no por ello apreciar que
la raíz es la misma. Nos prometen, los defensores de la idea independentista,
bueno, los sectores más moderados, que la situación y el trato hacia los que
viviendo en una Cataluña independiente tuvieran como país de referencia a
España y siguieran sintiéndose españoles, sería de respeto y tolerancia.
En los orígenes, recordando aquella época, los ataques a los
judíos se hacían esporádicamente y a baja escala, se producía una violencia
subliminal, insultándolos, señalándolos de mil y una maneras, acotando poco a
poco el espacio vital del que disponían como cualquier ser humano, limitando
todos sus movimientos y controlándolos hasta que el poder sobre ellos fue,
absoluto. A partir de ese momento, se sucedieron los hechos que todos
tristemente conocemos; aquella realidad, no se puede extrapolar a la actual,
pero en su fase de implantación, la de acoso y derribo a todo lo judío y hoy
día a lo español, si podría encajar perfectamente con la de un proyecto
dictatorial y excluyente.
Las pocas veces que los medios de comunicación afines al
régimen, por subvenciones u otras prebendas, nos permiten conocer los continuos
y sistemáticos problemas que sufren los que defienden la unidad catalana y
española, son un claro ejemplo de ello, como muestra y entre otras muchas, la
de ser multado por no rotular en catalán tu propio comercio y no hacerlo por no
rotular en castellano, la imposición total de la lengua catalana y no el
bilingüismo como gran riqueza cultural en las escuelas y como modo de
comunicación de organismos oficiales catalanes, el tener que soportar los
sabotajes en las propiedades de los que colocan una bandera española en su
balcón o ventana, sufrir muchos maestros y monitores de colegio intimidaciones
de sus superiores para que siempre se dirijan a los alumnos en catalán,
orientándolos y haciéndolos rectificar si lo hiciesen en castellano, así como
boicotear sedes, actos, mítines, dirigentes y personas que defienden unas ideas
diferentes a las que pretenden ser el pensamiento único predicado por los
secesionistas. Todas estas barbaridades están comprobadas por haberme sucedido
personalmente o en el ámbito familiar y de amistades; esa es la libertad que
nos prometen, los que subliminalmente nos someten al yugo del fascismo más duro.
Todo esto, sucede en una Cataluña que pertenece de momento a
España, y que de uno u otro modo está sujeta al control y leyes de esta. Da
miedo pensar en la persecución de la que serían objeto cuando dispusiesen de
todo el poder, del acoso que sufrirían los que no compartiesen la idea
independentista, y lo que es peor, que todo ello quedaría impune ante una
justicia también independiente y por ello sumisa; sería otra parte importante
del engranaje con el que llevar a cabo el plan del régimen dictatorial, en el
que la persecución seria justificada y legal, vulnerando con ello la libertad y
los derechos de todos aquellos catalanes que siendo y sintiéndose también
españoles no compartiesen los ideales de ellos.
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