Un nuevo,
emotivo e interesante escrito de nuestro amigo Caballero Cid.
HORIZONTE COMÚN
Desde las altas cimas de las sierras catalanas he visto, mirando al frente, un horizonte sin fronteras; imaginando Cataluña y España entera con sus paisajes, con sus ciudades, con los ríos que nos unen y las montañas y los valles, con las muchas cosas que nos distinguen y las muchas otras en las que somos iguales. He visto mirando al frente un esplendoroso e inmenso horizonte, con sus caminos y con sus calles, con un sol que para todos se pone, el mismo sol que cuando amanece para todos sale.
Pero al bajar la mirada, he visto sin poder creer a una Cataluña sumida y sin saberlo ver, en una nube identitaria, desafiante, airosa, esperpéntica y estrafalaria que la cubre y la marchita igual que se marchita una rosa. He visto una nube que no quisiera ver, amenazando con torrenciales lluvias esteladas cubriendo las cimas, rotondas, torres y fachadas, desafiando la armoniosa convivencia entre todos los catalanes que la hemos visto crecer.
He visto al bajar la mirada, personas de otras contradas ondeando airosos las esteladas contra su propia razón de ser. He visto alcanzar las cumbres, con sus paisajes de cimas nevadas, hermosas sierras y hermosos valles, regresando a sus hogares con tan sólo una imagen en sus retinas y una foto tan sólo con la ufana estelada en el bolsillo de sus mochilas.
He visto rotondas de ciudades y pueblos que son de todos, abanderados de la noche a la mañana, cual cuarteles militares al servicio de un régimen de banderas no oficiales, desafiando en los altos mástiles enclavados en sus principales entradas. He visto torres de iglesias que cambian la cruz de Cristo por la insignia cuatribarrada con su estrella de cinco picos. He visto campanas en las iglesias haciendo a España caso omiso, mientras repican en cambio por la Diada.
He visto llover estrellas de punta sobre todo lo que representa España. He visto llover estrellas de afiladas puntas sobre la magna lengua castellana y he visto llover afiladas puntas de rechazo y odio contra cualquier atisbo de identidad hispana. Y he visto a parte de esa Cataluña hispana tapar sus ojos con la estelada y erigirse en portadores firmes de una insignia tan ufana.
Tormenta de insignias desafiantes he visto, convirtiendo su vergüenza en hazaña, su lengua en filo de lanza y su odio contra el otro, en orgullo por la patria. Y he visto a sus líderes soberbios, ocultando sus miserias entre las agitadas masas y azuzando a sus vasallos a la ruptura de España.
Pero al alzar la mirada, sobre las oscuras nubes, he visto de nuevo aquellos ríos de esperanza que por los valles nos unen, aquellas cimas nevadas, caminos que bajan y suben y aquellos pueblos unidos por un horizonte sin fronteras, con aquellas lenguas latinas bellas y aquellos plácidos mares comunes. He visto mirando al frente sobre las nubes el horizonte, con sus caminos y con sus calles con un sol que para todos se pone, el mismo sol que cuando amanece para todos sale.
Caballero Cid de Hoy. Noviembre 2013
Desde las altas cimas de las sierras catalanas he visto, mirando al frente, un horizonte sin fronteras; imaginando Cataluña y España entera con sus paisajes, con sus ciudades, con los ríos que nos unen y las montañas y los valles, con las muchas cosas que nos distinguen y las muchas otras en las que somos iguales. He visto mirando al frente un esplendoroso e inmenso horizonte, con sus caminos y con sus calles, con un sol que para todos se pone, el mismo sol que cuando amanece para todos sale.
Pero al bajar la mirada, he visto sin poder creer a una Cataluña sumida y sin saberlo ver, en una nube identitaria, desafiante, airosa, esperpéntica y estrafalaria que la cubre y la marchita igual que se marchita una rosa. He visto una nube que no quisiera ver, amenazando con torrenciales lluvias esteladas cubriendo las cimas, rotondas, torres y fachadas, desafiando la armoniosa convivencia entre todos los catalanes que la hemos visto crecer.
He visto al bajar la mirada, personas de otras contradas ondeando airosos las esteladas contra su propia razón de ser. He visto alcanzar las cumbres, con sus paisajes de cimas nevadas, hermosas sierras y hermosos valles, regresando a sus hogares con tan sólo una imagen en sus retinas y una foto tan sólo con la ufana estelada en el bolsillo de sus mochilas.
He visto rotondas de ciudades y pueblos que son de todos, abanderados de la noche a la mañana, cual cuarteles militares al servicio de un régimen de banderas no oficiales, desafiando en los altos mástiles enclavados en sus principales entradas. He visto torres de iglesias que cambian la cruz de Cristo por la insignia cuatribarrada con su estrella de cinco picos. He visto campanas en las iglesias haciendo a España caso omiso, mientras repican en cambio por la Diada.
He visto llover estrellas de punta sobre todo lo que representa España. He visto llover estrellas de afiladas puntas sobre la magna lengua castellana y he visto llover afiladas puntas de rechazo y odio contra cualquier atisbo de identidad hispana. Y he visto a parte de esa Cataluña hispana tapar sus ojos con la estelada y erigirse en portadores firmes de una insignia tan ufana.
Tormenta de insignias desafiantes he visto, convirtiendo su vergüenza en hazaña, su lengua en filo de lanza y su odio contra el otro, en orgullo por la patria. Y he visto a sus líderes soberbios, ocultando sus miserias entre las agitadas masas y azuzando a sus vasallos a la ruptura de España.
Pero al alzar la mirada, sobre las oscuras nubes, he visto de nuevo aquellos ríos de esperanza que por los valles nos unen, aquellas cimas nevadas, caminos que bajan y suben y aquellos pueblos unidos por un horizonte sin fronteras, con aquellas lenguas latinas bellas y aquellos plácidos mares comunes. He visto mirando al frente sobre las nubes el horizonte, con sus caminos y con sus calles con un sol que para todos se pone, el mismo sol que cuando amanece para todos sale.
Caballero Cid de Hoy. Noviembre 2013
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