quieto, temerario y desvalido, que cae torpemente del nido cuanto intentaba volar con esa pelusilla en sus pequeñas alas, aún sin auténticas y verdaderas plumas. La adolescencia es un tiempo de rebeldía y en ocasiones, despotismo y prepotencia, respecto de los adultos que aún intentan protegernos y guiarnos por la senda de una vida cuyos caminos pedregosos, desnivelados y sinuosos, apenas hemos comenzando a andar. La adolescencia de un país, no es sino ese momento histórico de rebeldía, de despotismo y, en ocasiones, de manifestaciones absolutamente irreverentes, incendiarias y fascistoides, reclamando una emancipación republicana para cual nos encontramos en las antípodas de la madurez, la experiencia y el sentido común de una España consolidada, estimada y fuerte, capaz de tomar las riendas de su destino sin el oportunismo histérico, que no histórico, de unos y otros, más allá de banderas tricolores, que no persiguen otra cosa que un falso anhelo republicano, no como forma de gobierno de España, sin tutela de monarcas, ni coronas, sino cual medio de multiplicar esos reinos o repúblicas en diecisiete parcelas distintas de una nación diluida y evaporada. Son muchas las voces de una parte de la sociedad adolescente, que bajo el pretexto de una monarquía de olor añejo, acaso heredada de otros tiempos, ansían imponer sus “repúblicas” de cartón mojado, pero mojado con el odio, la ira y la sangre de otros tiempos de repúblicas y fascismos que bien debieron servirnos para aprender de la mancha que nos dejaron, en lugar de seguir manchando los futuros libros de historia. Repúblicas de cartón, en una sociedad inmadura que no encontraría en una república naciente, sino las condiciones de fragilidad y vulnerabilidad ideales para esa fragmentación y destrucción de la España unida, que tanto anhelan algunos. Ojalá España supere algún día, esa adolescencia infantiloide de quienes hastiados con los políticos de turno, parecen inclinarse ahora por fumados y melenudos, de desaliñada presencia, que más allá de representar una verdadera alternativa de futuro, no parecen ser sino la estocada final de una España herida y sangrante a la que lejos de curar sus heridas, teñir quisieran de tricolor, para luego estampar encima sus ikurriñas o esteladas. Habrá de llegar el día de la madurez, cuando ya por fin seamos adultos y podamos volar del nido, sin las monarquías de otros tiempos, ni repúblicas de cartón mojado. Habrá de llegar el día, en que el despotismo, la prepotencia y la juvenil rebeldía, acaben dando paso a otros formas más maduras de gobierno que aporten a España el equilibrio, la solidez y la satisfacción de una nación en mayúsculas, cuyos fracasos y caídas, cuyas flaquezas y vergüenzas, cuyos tropiezos y heridas tornaran sólida, grande y sana. ¿La República? Hoy, desde luego no. Ya veremos mañana.
Caballero Cid de Hoy - 4 Junio 2014
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